Un teniente leal al jefe de la mafia de Nueva Orleans, Carlos Marcello, uno de los hombres más poderosos y peligrosos en los Estados Unidos, Guidry ha aprendido que cada persona es prescindible. Pero ahora es su turno, él sabe demasiado acerca del crimen del siglo, el asesinato del presidente John F. Kennedy.

A horas del asesinato, la gente relacionada con Marcello empieza a aparecer muerta y Guidry sospecha que es el siguiente: estaba en Dallas haciendo un encargo del jefe, menos de dos semanas antes de que le dispararan al presidente. Con pocas opciones, Guidry emprende el camino hacia Las Vegas para ver a un viejo conocido, un hombre implacable que odia a Marcello tanto como para ayudar a Guidry a desaparecer. Tal vez.

Guidry sabe que la primera regla de huir es «no detenerse», pero cuando ve a una mujer al costado de la carretera con el auto descompuesto, dos pequeñas y un perro en el asiento trasero, ve el disfraz perfecto, la forma de cubrir sus huellas y escapar de los sicarios que siguen su rastro. Aparentando ser un vendedor de seguros, Guidry ofrece ayudar a Charlotte a llegar a su destino, California. Si lo acompaña a Las Vegas, la puede ayudar a obtener un auto nuevo.

Para Charlotte, es más que un auto —es un escape. Ella va huyendo también de una existencia sofocante en un pequeño pueblo en Oklahoma y un esposo que es un borracho empedernido. Es una historia americana: dos extraños que se conocen para compartir el camino hacia el oeste, un sueño, una esperanza y encontrarse el uno al otro en el camino. Charlotte se siente atraída hacia un hombre de mente abierta y amable; a Guidry lo atrae una mujer inteligente y graciosa. Él ve que ella está determinada en darse, a sí misma y  a sus hijas, una nueva vida; ella no puede saber jamás que él está desesperado por dejar la suya atrás.